Construcción heteropatriarcal del mito picassiano y nuevas narrativas

Doctorado Picasso  ¿Cómo se puede repensar Picasso desde una mirada no heteropatriarcal? ¿Cómo ver a Picasso más allá del mito del artista hipersingular, masculino, genio y heroico? Acaso era tan misógino Picasso como se le califica de forma habitual? Se puede estudiar la obra picassiana desde una perspectiva queer? Son cuestiones que surgieron durante la cuarta sesión del Doctorado Picasso, bajo el título Construcción heteropatriarcal del mito picassiano y nuevas narrativas, celebrado el pasado 16 de diciembre. Durante la sesión se aportaron claves y estrategias innovadoras para acercarse al personaje y a la obra de Picasso de una manera más abierta y para deconstruir, a su vez, las narrativas que han creado el mito masculino del artista genio. Los ponentes invitados a la sesión son especialistas en abrir nuevos caminos en dicha temática: Meri Torres, profesora de Literatura y Literatura comparada en la UAB, coordina el único grado en el Estado español de estudios socioculturales de género; y Robert Lubar, profesor del Institute of Fine Arts de la Universitat de Nueva York, especialista en arte europeo de vanguardia, sobre todo en artistas como Miró, Dalí y Picasso.

Doctorat Picasso 2021-2022

Meri Torres centró su intervención en analizar las «singularidades exclusivas» que forman parte de la narrativa del mito del artista, vigente especialmente desde finales del siglo xix e inicios del xx. Picasso entra de lleno en esa mirada sobre la figura del artista moderno, una mirada que incluye atributos absolutamente sexuados. Torres partió de la teoría de la socióloga francesa Nathalie Heinich, que desarrolla en su libro Être artiste (Ser artista) y repasa la construcción de la figura del artista a lo largo de la primera parte del siglo xx. «Es el momento en el que los artistas pasan a poseer un capital de visibilidad y celebridad, se habla de sus vidas privadas; se les fotografía. Se escriben biografías y autobiografías sobre ellos», explicó Torres. «Y la singularidad es la que otorga unidad a la imagen del artista; una singularidad que implica moverse en la excentricidad».

El artista que sin lugar a dudas inaugura el cambio de modelo de artista es Van Gogh: «No vende su obra. Su vida es corta. Se suicida. Es un artista transgresor, incomprendido, a quien nadie entiende y que solo obtiene reconocimiento tras su muerte. Encarna la figura de artista maldito. No sabemos qué habría pasado si Van Gogh hubiese vivido más años y si hubiese llegado a vender su obra». Van Gogh personifica un modelo de artista «santo», aunque también se conocen otros modelos: «Marcel Duchamp despersonaliza tanto la obra de arte que necesita de su persona para llenarla. Dalí es el modelo inverso al de Duchamp; es la saturación absoluta de su persona omnipresente, mientras que Picasso, a través de una obra innovadora y dispersa, y muy longevo, aporta una imagen de potencia sexual, de riqueza. Encarna al héroe. En cambio, Joseph Beuys es el profeta por excelencia».

Todos estos modelos de artista, siempre masculinos, «se presentan como universales aunque no lo son». «Esta excepcionalidad masculina basada en la singularidad y la fuerza es totalmente distinta y excluyente de la excepcionalidad femenina», añadió Torres. De hecho, los valores que se asocian a la artista mujer son «la soledad, el desamor, la locura, la maternidad disfuncional, el sufrimiento o el suicidio». Visto esto, Meri Torres se cuestionó sobre si tiene sentido reivindicar la inclusión de las mujeres artistas en esos modelos: «La opción es más laboriosa, se trata de transformar las narrativas, de cuestionar y transformar los criterios de valor, las herramientas y los instrumentos para el análisis artístico».

Robert Lubar se centró, en cambio, a llevar a cabo una aproximación queer a la obra de Picasso. Y lo hizo a partir de su artículo de 1997 sobre el célebre Retrato de Gertrude Stein (1906), de Picasso. A Lubar le llamó la atención la cita de la propia escritora y mecenas en su monografía sobre el pintor: «Después de posar en muchas ocasiones para el retrato, llegó un momento en el que Picasso le dijo a Stein “¡ya no puedo verte más!” y borró el rostro de la retratada, provocando una especie de castración». Picasso no terminó el cuadro hasta después de su estancia en Gósol; lo hizo de memoria y sustituyó el rostro por una suerte de máscara». Este hecho dejaba claro que Picasso «está ocultando algo» y para Lubar está relacionado con que Gertrude Stein era lesbiana, pero sobre todo porque su feminidad era absolutamente diferente a la definición heteropatriarcal del término. Stein era una mujer poderosa, tanto económicamente como en el mundo del arte, dado que era coleccionista de artistas de la talla de Cézanne y Matisse. «¿Qué debía significar para Picasso una mujer que ultrapasaba las barreras del género heteropatriarcal con fuerza y poder, además de su trabajo creativo definido por la ironía?», se pregunta Lubar. No era la primera vez que Picasso había representado a lesbianas en su obra, pero lo había hecho desde el cliché de una figura sexualmente depredadora», asociada al mundo de la noche y de la prostitución como lo hace en la obra Moulin de la Galette (1900). Este cliché desaparece totalmente en el retrato de Gertrude Stein, y en cierta manera ella simboliza la desestabilización del concepto de género. En obras de Picasso de la misma época que el retrato de Stein, como El harén, la figura masculina de la escena, muy musculada y casi amorfa, que observa a las mujeres desnudas, tiene en su mano un porrón, enfatizando la excitación que siente ante la escena, pero «también surge fragilidad, su masculinidad no es estable».

A pesar de que sus biógrafos y el propio Picasso se dedicaron a difundir una supuesta fuerte masculinidad del personaje, Lubar nos invita «a regresar a las imágenes de Picasso cuestionando esa aparente masculinidad y a observar los puntos en los que el género empieza a colapsar», como ya hicieron otros artistas como Duchamp —que escenifica el género constantemente—, Dalí o Beuys.

Según Meri Torres, la representación de la singularidad del mito del artista Picasso debía ser «forzosamente hipermasculinizada heterosexual»; «No sé hasta qué punto la misoginia de Picasso es real pero, en todo caso, tenía que acompañarle para consolidar esta figura de artista». Para Lubar es importante comenzar a ser conscientes de que «el método biográfico utilizado hasta ahora, que asume una transparencia entre la obra y el artista, es un mito»; y por lo tanto es necesario aplicar perspectivas de género y queer con otras herramientas. En cuanto al género «que no solo se refiere a lo masculino o femenino, heterosexual o no, hay que tener en cuenta todo lo que implica el género como las relaciones de poder y económicas». «La feminidad y la masculinidad siempre están en crisis; esta es la naturaleza del género», subrayó el profesor norteamericano.

Doctorado Picasso: «Construcción heteropatriarcal del mito picassiano y nuevas narrativas»

 

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