Justo en el Día Internacional de la Eliminación de la violencia contra la Mujer, el 25 de noviembre, la segunda sesión del Doctorado Picasso se centró en explorar las ocultaciones y silencios en torno a las mujeres artistas en los relatos vigentes de la historia del arte. Resultó una sesión reivindicativa y muy crítica con la visión androcéntrica que ha dominado y domina todavía las narrativas artísticas. Desde esa construcción, se ha ignorado la creatividad de las mujeres, consideradas históricamente como seres incapaces de crear gran arte, y se ha enaltecido la figura del genio creador—siempre masculina—, como es el caso del mismo Picasso. Este tema fue tratado a fondo por las dos ponentes invitadas a la sesión; por un lado, Art al Quadrat, el colectivo artístico valenciano formado por las hermanas Gema y Mònica del Rey, que partieron de la experiencia de su propio proceso artístico, y, por otro, Alba CeColl, historiadora del arte y divulgadora de temas artísticos en las redes.
Las dos hermanas que forman Art al Quadrat se definen a sí mismas, y sobre todo en este orden de importancia, como artistas, mellizas, mujeres y madres». Se trata de una definición que precisamente adoptaron al convertirse en madres, prácticamente a la vez, y por cómo trabajan y por cómo plantean sus nuevos proyectos artísticos, afirman: «Somos la antítesis del genio artístico como puede ser Picasso». En sus obras —vídeo, fotografía, instalación, performances—, Art al Quadrat denuncian la invisibilidad de la mujer en ámbitos como el arte contemporáneo pero también con una perspectiva de memoria histórica como llevan a cabo en su proyecto Yo soy. Memoria de las rapadas (2018), que rinde a homenaje a aquellas mujeres a las que raparon y ridiculizaron como castigo a manos de la represión franquista; unos episodios que no están documentados y que solo perduran en los relatos orales de las víctimas y los testigos que lo vivieron. «Queremos visibilizar que la violencia contra las mujeres se oculta porque tiene lugar en el ámbito familiar, en la intimidad o bien en lugares públicos, pero sin ningún registro de lo sucedido», comentan las artistas.
Desde que estudiaban juntas Bellas Artes, Gema y Mònica del Rey siempre han trabajado en colectivo, en un trabajo «a cuatro manos », muy diferente a la imagen del genio trabajando solo en su estudio recibiendo a la inspiración: «La figura del genio proviene de la verticalidad, mientras que nosotras provenimos de una manera de trabajar en horizontal, entre nosotras, pero a la vez con los museos, las galerías, etc. Estamos totalmente de acuerdo con la frase del escritor Eduardo Galeano que dice que la caridad es humillante porque se ejerce desde arriba, mientras que la solidaridad es horizontal porque implica respecto mutuo». Art al Quadrat no separan vida y arte, y con su obra ponen de manifiesto la dificultad de tantas mujeres para conciliar el trabajo con la crianza, hecho que provoca que tantas mujeres renuncien a ser madres o que tantas mujeres artistas interrumpan o abandonen su trabajo cuando lo son.
Por otro lado, Alba CeColl, repasó cómo a partir del siglo xviii se crean las narrativas de la historia del arte, escritas por hombres blancos desde una perspectiva eurocéntrica. «En ese relato es muy importante la figura del genio, un artista con una capacidad extraordinaria, capaz de absorber de la realidad lo necesario para convertirla en arte», apuntó Alba Cecoll. A las mujeres se les negaba todas estas capacidades desde todos los ámbitos mientras el genio acaba por convertirse en «un ser divino», sobre todo cuando el arte deja de estar al servicio de la religión y se convierte en una especie de religión en si mismo.
En este contexto Picasso resulta un ejemplo clarísimo de esa casi divinización del artista, que se ve reforzada por el hecho de que la mayoría de la literatura en torno a él está escrita por «gente que lo admira sobremanera». «La narrativa sobre Picasso no es natural, sino construida, dado que Picasso es un buen artista pero no es el único que experimenta con el arte en su época. De hecho, la mayoría de los movimientos de vanguardia como el cubismo o el surrealismo, surgen desde grupos de artistas que se influencian entre ellos, y, por ello, Picasso también se ve muy influenciado por sus compañeros». Un ejemplo muy significativo de ello es la pintura de Picasso La niña del círculo, de 1919, que guarda un evidente parecido con la obra del mismo título de María Blanchard, de 1916, una obra que curiosamente es imposible encontrar en Google, totalmente al contrario que la de Picasso. En cambio, «si Blanchard hubiese pintado su obra posteriormente a Picasso, se diría que él la había influenciado».
Según Alba CeColl, la idea de genio se ha perpetuado durante el siglo xxi también gracias al mercado del arte, que necesita que la obra de arte se continúe percibiendo como objeto de inversión. Las mujeres artistas continúan sufriendo muchas dificultades para entrar en ese sistema. «Para cambiar esas narrativas, se debe poner en valor el arte de las mujeres del pasado y dotarlo de su propio relato, independientemente de los genios que tuvieron a su alrededor». «Asimismo, debemos revisar las dinámicas del mercado y no tratar a las mujeres artistas de manera diferente de los hombres».
Introducido ya en la conversación final de la sesión por la codirectora del Doctorado Picasso, Jèssica Jaques, uno de los conceptos para romper todas esas dinámicas es la sororidad, que claramente se contrapone a la idea tradicional de genio. «Es un acto de sororidad el rescatar a las mujeres artistas silenciadas porque merecen su espacio en la historia del arte», afirma Alba CeColl. Art al Quadrat admitió que este es una nueva palabra para reconocer que existe un vacío histórico en la visibilidad de las mujeres artistas y de las mujeres en general.
Doctorado Picasso: «Género, creación artística y conflicto con la visión androcéntrica»
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