Prosas, de Ramón Reventós en el Club de Lectura

La sesión que dedicamos a las Prosas de Ramón Reventós partía de un doble interés: por un lado, (re)descubrir un autor que, como apuntaba la Malén Gual, conservadora de la colección del Museu Picasso e invitada de lujo, no llegó a agrupar en un libro las prosas que había ido diseminando por las revistas satíricas del momento (Papitu, Cu-Cut, L’esquella de la torratxa i El be negre entre otros); por otro, explorar las ilustraciones que Picasso hizo, en 1946, de dos de estas prosas (‘El último centauro’ y ‘El atardecer de un fauno’) en la edición que organizó para la Editorial Albor de Ferran Canyameres, la historia de la cual merece un capítulo aparte.

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La mezcla es explosiva. Las prosas de Reventós, escritas en este ‘catalán vacilante, muy de Barcelona’, que decía Joan Fuster, son una combinación extraña, a veces poéticamente afortunada, del costumbrismo de Vilanova y Rusiñol, la tradición humorística y satírica de los semanarios populares y una sensibilidad particularísima, capaz de escribir bellezas como la ‘Historia de una voltereta’ y avanzar procedimientos que luego la literatura catalana reencuentra con Trabal o Calders. Las ilustraciones de Picasso, a su vez, acompañan el texto con una modestia y una delicadeza sorprendentes. Sorprendentes, observa Gual, porque Picasso había tendido más bien a apropiarse de los textos que decidía ilustrar en un sentido fuerte, sin someter el dibujo o la ilustración a la narración (como vimos el año pasado, en el caso de las ilustraciones de Las Metamorfosis de Ovidio, centrándose en escenas secundarias o en momentos más bien transicionales de los relatos, dejando fuera de escena las transformaciones mismas). En el caso de Reventós, sin embargo, Picasso limita el alcance y la ambición de las ilustraciones al seguimiento sutil del relato, lo que puede tener que ver con la relación íntima, de una amistad que parece acompañar Picasso toda la vida, con el escritor.

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Retrato de Fernande Oliver, Picasso y Ramón Raventós en el Guayaba. 1906. Fondo Vidal Ventosa. Museu Picasso, Barcelona

Gual nos ofrece aquí una observación interesantísima: tendemos a leer Picasso -y la historia de sus amistades, de sus relaciones, de sus cenáculos diversos- desde un punto de vista histórico que ya sabe quién es Picasso, esto es, quien llegó a ser, lo que hace que situemos al pintor en el centro de todas las dinámicas que lo rodean. En el caso de la relación con los Reventós, pero, Picasso, que los conoce bien joven y acabado de aterrizar en Barcelona, Picasso no es nadie, todavía, y los Reventós son una familia intensa, interesada por todo (obviamente, para todas las disciplinas artísticas) y, por tanto, catalizadora potencial de esta incontenible capacidad absorbente del malagueño. En el caso de la relación de Reventós con Picasso, sólo un último apunte: en las ilustraciones de los dos cuentos de Reventós, aparecen unos centauros y unos faunos que Picasso no había dibujado antes de que se desarrollaran, con todo su esplendor, en las obras del periodo de Antibes.

Borja Bagunyà

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