El deseo atrapado por la cola de Picasso en el Club de Lectura

Para nuestra primera sesión del Club de Lectura de 2014 pudimos contar con la presencia de Emili Manzano con quien hablamos de El deseo atrapado por la cola, obra teatral escrita por Picasso en 1941 y representada famosamente en 1944. Decimos famosamente porque la representación en sí misma (en casa de Michel y Louise Leiris e interpretada por Sartre, Simone de Beauvoir, Raymond Queneau, Dora Maar y Albert Camus ante Jacques Lacan, Henri Michaux, Georges Bataille y Claude Simon, entre otros nombres de la intelligentzia parisina del momento) se concibió desde el primer momento como una afirmación artística, política e histórica.

El desig atrapat per la cua

Como observó Manzano a lo largo de la sesión, quizás por eso la historia del texto – su sentido como acto, más que como objeto verbal – sea más interesante que la mera lectura de la palabra escrita, no sólo porque pone en evidencia la psicología omnívora de Picasso, que no parece aceptar la imposición de ningún tipo de límite, sino por su recuperación a finales de los años sesenta de mano de Jean -Jacques Lebel, donde se convirtió en un escandaloso hito contracultural.

Club de Lectura

Participantes en la sesión

Picasso no sólo afirmó, sorprendentemente  que había dedicado tanto tiempo a la pintura como a la escritura sino, incluso, se permitió plantearse – entendemos que lúdicamente – como un escritor del que también se conservan algunas pinturas. Es cierto que a lo largo de los años 30, Picasso atraviesa una crisis seria y se plantea abandonar la pintura en favor de la escritura; El deseo, escrita el 41, es uno de los resultados de este interés por la exploración de un lenguaje no pictórico en términos, como señala Palau i Fabra en el prólogo que acompaña la edición que comentamos, especialmente visuales. Parece haber en Picasso una concepción de las disciplinas no como mundos cerrados y sólo relativamente permeables, sino como lenguajes que pueden ser pensados los unos de los otros. En la edición que Plataforma Editorial hizo recientemente de sus poemas en prosa, Picasso apuntaba: ‘las artes se reducen a una sola: se puede escribir una pintura con palabras, del mismo modo que es posible pintar sensaciones con un poema’.

Pablo Picasso, Simone de Beauvoir, Sartre y Camus

Pablo Picasso, rodeado por amigos como Simone de Beauvoir, Sartre y el mismo Camus, en París, el 19 de marzo de 1944

Como observa Manzano, El deseo -escrito justamente cuando el Surrealismo ya declina – sería un perfecto ejercicio surrealista, si en alguna escuela a alguien se le ocurriera pedir uno, en este sentido, resulta fundamental volver al manuscrito original, que lo delata como práctica clásica de escritura automática, y obviar la formalización, con acotaciones y saltos de línea claramente marcadas, de la edición catalana. Este carácter surrealista quizá tenga algo que ver con la convergencia picassiana de las artes. A lo largo de la sesión, rescatamos el poder de ciertas imágenes (la salida buñueliana de la bañera, los personajes reducidos a pies que se lamentan de sus sabañones, la mujer hecha de embutidos y salchichas), lo que hay de voluntad bretoniana en poner ‘la embriaguez al servicio de la revolución’ y, sobre todo, esta magnética presencia picassiana que, como comentaba Manzano, parece capaz de volverlo todo interesante.

Borja Bagunyà

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