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De cabezas ibéricas y autorretratos

Dado que la muestra "Devorar París. Picasso 1900-1907" llega a sus últimas semanas, hemos pedido a su comisaria, Marilyn McCully, que nos ofrezca una visión privilegiada de una pieza especialmente relevante que forma parte de la exposición. Si queréis consultar más información sobre la tesis de la Sra. McCully y sobre esta exposición, podéis ver la breve entrevista de nuestras Cápsulas de verano así como la página web de la exposición. Si no habéis tenido ocasión de visitarla, no perdáis esta última oportunidad.

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Autorretrato con paleta. Picasso. París, 1906

Uno de mis momentos favoritos al montar esta exposición ha sido la oportunidad de mostrar el cuadro de Picasso, Autorretrato con paleta (París, 1906), juntamente con la cabeza ibérica que el artista guardó durante varios años en su taller.

Cuando Picasso pintó este cuadro observaba muy de cerca piezas como la escultura ibérica, que influenciaron profundamente en su propia formulación y propiciaron importantes innovaciones radicales, como podemos ver claramente en obras posteriores como Les Demoiselles d'Avignon (París, 1907).

La historia de la escultura ibérica es bastante interesante. Junto con un par de esculturas más, fue robada del Louvre por un personaje de los bajos fondos que las vendió -o al menos las dio- al poeta Guillaume Apollinaire, que regaló dos a Picasso. Aunque Picasso hubiera podido saber o sospechar que las piezas eran robadas, las guardó en su taller durante unos años, así como también lo hizo Apollinaire, que tenía su pieza en casa completamente a la vista.

En 1911, cuando la Mona Lisa fue robada del Louvre, Apollinaire fue investigado debido a su conexión con el hombre que había robado las esculturas. Por este motivo, Apollinaire y Picasso llegaron a la conclusión de que debían deshacerse de las piezas, y pensaron de tirarlas al Sena, pero no osaron, así que las devolvieron al Louvre.

Cuando se observa el fantástico e imperioso autorretrato de finales de 1906 se ve claramente que Picasso había asumido la posición de líder de la vanguardia -con Matisse a su lado-. En ese momento Picasso dedicaba gran parte de sus energías a la búsqueda de un nuevo y radical método de representar las figuras en el espacio. El artista nos mira confidente con sus ojos negros, y su mano se funde con la paleta en la esquina inferior derecha. Pinceladas sueltas se utilizan para crear tanto los alrededores como el cuerpo del artista, mientras que las líneas fuertes y definitivas nos convencen de la presencia escultórica de este autorretrato.

Marilyn McCully
Comisaria de la exposición

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